Plantear el problema del equilibrio tónico-postural admite varias perspectivas para considerar sus aspectos más sutiles. Por lo pronto, son tres las que particularmente nos interesan, dos de las cuales son muy parecidas, difiriendo en cuestiones mínimas. Ellas son la concepción mecanicista, psicocinetista o psicomotricista y la psicoemocionalista. Establecer globalmente las diferencias no deja de resultar importante, ya que el rol de los estiramientos no admite la misma jerarquía en cada una de ellas. La visión mecanicista considera el cuerpo humano como un conjunto de palancas óseas movidas por el sistema muscular. Para ella, la postura correcta supone la alineación adecuada de los centros parciales de gravedad en relación con el centro común de gravedad. Por consiguiente, no resulta extraño que interprete las alteraciones del equilibrio tónico-postural como la consecuencia directa de acortamientos, tanto hiper como hipotónicos, y de debilitamientos musculares. Dichas retracciones e insuficiencias de fuerza producen la desalineación de los centros de gravedad que, con el tiempo, pueden generar la deformación ósea. Pero lo más importante es que, desde el mecanicismo, sólo parece haber ojos para ver las insuficiencias de flexibilidad y de fuerza como las causas principales de los desequilibrios. Por ello, y coherentemente, deposita toda su confianza en los ejercicios de flexibilidad y de fuerza para favorecer la reubicación de dichos centros parciales de gravedad. Estirando lo corto y acortando lo largo, seguramente la desalineación puede corregirse.

 

Di Santo, M. (2012). Amplitud de movimiento (pp. 809-810), Barcelona, Ed. Paidotribo Edición de Kindle.

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