Las situaciones en las que el ejercicio produce daño muscular localizado pueden englobarse dentro de las respuestas de fase aguda al daño tisular, en las que la liberación local de mediadores proinflamatorios induce una respuesta sistémica de fase aguda. El daño muscular con un aumento de los niveles séricos de iIL-6, siendo la destrucción de fibras musculares esqueléticas lo que estimula su producción local, que a su vez estimula la producción de iIL-1 por las células mononucleares de sangre periférica está claro que el ejercicio induce una respuesta de fase aguda que se traduce en un incremento de la proteína C reactiva tras las sesiones de entrenamiento.

Además, la actividad física eleva la demanda de oxígeno y produce un aumento paralelo en la formación de radicales derivados del oxígeno, que pueden producir daños en estructuras celulares que inicien o amplifiquen el proceso inflamatorio y el daño muscular. Las vitaminas participan en el metabolismo energético y en la de dosificación de radicales oxidantes, formando parte de los sistemas naturales de defensa antioxidante (Tauler y cols. 2003). También, durante el ejercicio se producen situaciones de hipoxia muscular qué pueden conducir presión de proteínas de estrés por las células musculares, e incluso a su necrosis, eventos que pueden desencadenar y agudizar la inflamación muscular.

  1. Pardo Gil (2006), Serie blanca. Inmunidad y ejercicio físico, Fisiología del ejercicio (pp. 306 y 307). PANAMERICANA (E.d.)

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