Con la asistencia al curso de reciclaje de jueces del comité de competición, para procurar la unificación de criterios y dentro de ellos se barajaron repetidamente los conceptos de simetría ,equilibrio ,proporción  conceptos de los que hablamos y nos referimos con frecuencia ,ocurriendo que en no pocas ocasiones cada interlocutor si les propones su definición es totalmente distinta aunque los dos estén refiriéndose al mismo concepto ,esto me hizo ahondar en estos conceptos pero no voy aquí a plasmar unos conceptos que simplemente buscándolos en el diccionario estarían claros, mi interés como ocurre en muchas ocasiones se fueron yendo hacia los orígenes de estos conceptos y donde mejor que  buscar en una cultura donde el físico tuvo tanta relevancia me atrevería a decir yo como en la actualidad ,la época en que la figura humana fue exaltada como nunca me refiero a la Grecia Clásica y mi curiosidad se dirigió hacia el concepto de atleta de la Grecia Clásica.


En un deporte como el nuestro en el que la perfección física es el mayor reto y en el que siguiendo la máxima del presidente Ben Weider de la  I.F.B.B. “En el deporte no hay limitaciones ni barreras de raza, religión, política o cultura. En el deporte todos estamos unidos. El Culturismo es fundamental para la formación de la nación” como si de Platón se tratara en esa forma de vida lo que se busca son buenos ciudadanos. Con esta reflexión me llevaría a seguir los pasos de todos los estudios sobre el deporte y los antiguos atletas, a preguntarme como era el deporte en la antigüedad y si al nuestro nos referimos, el mayor exponente del estudio anatómico lo tenemos en la Grecia clásica.¿como eran esos atletas?¿que físicos tenían? ¿Qué les motivaba? ¿Cual era la reacción social? ¿Cómo evoluciono el físico? ¿Qué entendían por deporte? ¿Había profesionales? Desde aquí iré tratando de relacionaros todo lo que gracias a estudiosos de este tema he conseguido recopilar.

La importancia que la antigua Grecia  dio a la practica de la gimnasia como base para la, salud física así como la contribución a la formación intelectual e incluso moral de las personas y así mismo la importancia que estos daban a los Juegos ,sobre todo a los grandes juegos  donde los pensadores e intelectuales se congregaba para exponer  públicamente sus ideas pues en Olimpia en ese  momento y  lugar era cuando se reunían la mayor cantidad de griegos.
Las competiciones deportivas en Grecia se enmarcaban en el ámbito de festival religioso este carácter religioso prevaleció desde la Creta minoica hasta la abolición de los Juegos Olímpicos a finales del siglo IV después e Cristo.


Muchas y variadas han sido las teorías son las que se han propuesto para dar contestación a la pregunta de cómo iniciaron los griegos y los hombres en general a practicar deporte, y el origen de las competiciones.
Parece ser que la más afianzada  la de una actividad ligada al culto, aunque no se llega a un acuerdo a la hora de precisar el tipo de rito que da origen a los juegos que conocemos en época histórica.
Existen numerosos testimonios que establecen la relación entre juegos deportivos y ceremonias funerarias .la costumbre de celebrar juegos deportivos durante los funerales de algún personaje ilustre, era practica común prueba de ello puede ser la documentada en una obra de las mas antiguas de nuestra literatura, en los poemas homéricos; prácticamente todo el canto 23 de la Iliada lo ocupan los juegos fúnebres dedicados por Aquiles  en honor de Patroclo, también sabemos que cuando los espartanos van a partir con Leonidas al paso de las Termopilas para enfrentarse a los medos, llevan a cabo  en su tierra sus propios funerales  y realizan juegos para celebrarlos.


 Probablemente en ningún otro periodo de la historia cultural de la humanidad el deporte ha  ocupado un lugar tan importante en el arte como en la Grecia antigua   “se podría  decir, con alguna exageración, que hubo una época en la que el arte griego representó únicamente atletas”. El cuerpo humano desnudo (y en concreto el cuerpo masculino desnudo) es el tema central de la escultura y la pintura griegas desde el siglo VIII a.C.
tex Los artistas griegos representan con inusitada frecuencia los vigorosos cuerpos de los
atletas, y también cuando representan desnudos a sus héroes y a sus dioses, atribuyen a éstos el aspecto de atletas en la plenitud de su juventud y su belleza. Los juegos atleticos familiarizaron al griego con la desnuded masculina y el canon de belleza por lo que se entregaron a la exaltación del cuerpo humano masculino.


Los Kuroi son las primeras imágenes de los atletas vencedores, de pie con los brazos estirados a lo largo del cuerpo y una pierna adelantada de clara influencia egipcia. No adelantan movimiento alguno y muestran gran inexpresividad aunque a finales del  siglo VII y hasta el V a.C.,sufrirían una importante evolución ganando expresividad y movimiento.


 Así, con el aspecto de un joven lanzador de jabalina aparece (según la interpretación de muchos arqueólogos) el héroe Aquiles en la escultura con la cual, hacia 440 a.C., el broncista Policleto de Argos dio forma a sus texpostulados sobre las proporciones de la figura humana perfecta (que son los postulados del clasicismo griego), las cuales había expuesto teóricamente en su célebre tratado Canon. Y una década después, Policleto completa su imagen humana ideal recurriendo, de nuevo, a la figura de un atleta que se ata a la cabeza las cintas que simbolizan la victoria, el llamado Diadúmenos.


   Atletas son también los modelos humanos del arte de los períodos anterior y posterior a Policleto.   En la primera mitad del siglo V a.C., ilustran elllamado “estilo severo”, con el que comienza la época clásica, una imagen que representa a un atleta en reposo después de su triunfo, el auriga de Delfos, y otra que capta de manera magistral un momento único en el que todas las fuerzas del cuerpo humano se concentran en el intento de obtener el mejor resultado en la competición, el Discóbolo de Mirón. Y ya en el siglo IV a.C. las enseñanzas de Policleto fueron continuadas y renovadas por Lisipo de Sición, que plasma en su Apoxiómenos (el atleta que con la estrígile limpia su cuerpo del polvo y el sudor de la competición) un tipo humano más delgado y ligero que el propuesto por Policleto, un cuerpo que se hace algo texmás robusto, pero también más melancólico, la fortaleza de su Hercules de Farnesio.

 Lisipo es la transición entre el clasico y el helenismo .
A partir de esta época, la representación escultórica del cuerpo humano va ganando en realismo lo que va perdiendo en idealización, y estas nuevas tendencias se documentan bien, como era de esperar, en las representaciones de atletas, que aparecen ahora con los rasgos individuales del rostro bien marcados, como muestra la imagen que el boxeador Sátiro de Élide dedicó en el santuario de Olimpia con ocasión de sus triunfos en los años 332 y 328 a.C. (su autor es probablemente el ateniense Silanión), e incluso los artistas se cuidan ahora de representar de manera mucho más realista las huellas, a veces terribles, que dejaban en el rostro de los boxeadores los “guantes” que se aprecian en los puños del llamado “boxeado Apolonio”, del siglo I p.C.  Volviendo  al Doríforo de Policleto y la simetría   se basa al mismo tiempo en relaciones aritméticas simples (la altura total es siete veces la altura de la cabeza) y en relaciones geométricas inconmensurables. Pero la simetría rítmica de Policleto está fundada en un profundo conocimiento del organismo humano, cuyas articulaciones están muy definidas para marcar con ellas la composición estructural y la disponibilidad para la acción.
tex Esta nos ofrece quizá la clave para comprender la importancia que tuvo el deporte en el desarrollo de la escultura griega y del arte griego en general, desde las muy esquemáticas representaciones del cuerpo en los vasos geométricos hasta la perfección alcanzada en la escultura y en la pintura de los siglos V y IV. Al artista le interesa sobre todo el cuerpo humano y los
movimientos del cuerpo humano, y, dado que los hombres griegos practicaban el deporte desnudos, los gimnasios y las palestras permitían a los artistas pasarse las horas contemplando y estudiando detalladamente el cuerpo humano, ya en reposo, ya ocupado en sencillos o complejos movimientos.
 Hasta el siglo IV a.C. la estatuaria y las pinturas de los vasos nos muestran por regla general los gimnasios y palestras repletos de cuerpos masculinos hermosos y bien formados aunque de vez en cuando también se nos aparece algún voluntarioso muchacho que parece acudir al gimnasio más bien a perder los kilos que le sobran. Esta exaltación del cuerpo del deportista tiene así mismo reflejo en la literatura en el género poético” deportivo” por excelencia en la literatura antiguo, el epicinio. El epinicio es un canto entonado por un coro para celebrarla victoria de un atleta en una competición deportiva, compuesto por un poeta por encargo del propio atleta vencedor o su familia (más raramente su ciudad). El epinicio se cantaba en el lugar mismo de la competición o bien durante la fiesta que se celebraba cuando el atleta retornaba a su ciudad, y fue un género que alcanzó su cenit entre 500 y 450 a.C. por obra de dos poetas de la pequeña isla de Ceos, Simónides y Baquílides, y sobre todo por obra de Píndaro de Tebas. Para los poetas que componen epinicios, particularmente para Píndaro, el atleta es el hombre ideal, que destaca tanto por sus cualidades físicas como por sus cualidades intelectuales y morales, puestas siempre al servicio de la comunidad, en beneficio de la buena marcha de los asuntos de su ciudad.


El hecho de que Píndaro nos presente a los vencedores en los juegos deportivos como modelos,  tiene su fundamento en la convicción de que la competición atlética es un test muy fiable para evaluar la valía de un hombre, pues en ella el ser humano saca a relucir lo mejor de sí mismo, en todos los aspectos. En los epinicios se suele hacer, por tanto, una alabanza de las virtudes del atleta vencedor, que incluye a menudo el elogio de la belleza física del atleta, señalando el poeta generalmente que esa belleza física va en consonancia con la belleza de su comportamiento y sus acciones. Veamos algún ejemplo.  

Olímpicas 8.19 ss. (a Alcimedonte de Egina, vencedor en la lucha infantil): “su aspecto era hermoso, y sin desmentir con su actuación su figura, cuando venció en la lucha hizo proclamar el nombre de su patria Egina, la de largos remos”.

 – Nemeas 3.19 ss. (a Aristoclides de Egina, vencedor en el pancracio): “y si hermoso como es y habiendo mostrado un comportamiento concordé con su apostura, ha alcanzado el hijo de Aristófanes las máximas alturas de la hombría…”.

Este deseo de alcanzar una armonía entre el cultivo y desarrollo de las cualidades físicas, intelectuales y morales es el objetivo primordial de la educación griega antigua (y de la educación ateniense en particular, de los espartanos concretamente nos dedicaremos en otro momento), y por eso, al amparo de la divisa que resume este ideario, "la gimnasia para el cuerpo y la ‘música’ para el alma", la educación física y la práctica del deporte tuvo una arraigada implantación en el sistema educativo y, en general, en toda la vida de los ciudadanos griegos, a partir de la creencia de que la práctica de ejercicios corporales es un medio de adquirir y mantener no sólo la salud física sino también el equilibrio mental y incluso de desarrollar y pulir las cualidades morales de las personas, una idea sostenida con frecuencia por los teóricos actuales del deporte y que encontramos ya expuesta en los escritos médicos griegos (Corpus Hippocraticum y Galeno) y especialmente en la Repúblicade Platón (410c), donde se modifica el mencionado lema "la gimnasia para el cuerpo y la música para el alma"
 
En efecto, tanto Platón como Aristóteles, sobre todo cuando exponen cuál debe ser el sistema educativo de la ciudad ideal que imaginan respectivamente en sus obras La República y La Política, consideran que en él la educación física debe ocupar un lugar fundamental con vistas a adquirir y mantener la salud y la belleza del cuerpo (y también del “alma”, por utilizar la terminología platónica), y que los hombres y las mujeres de estos estados ideales deben seguir practicando el deporte a lo largo de toda la vida, incluso en la vejez . Las prescripciones de Platón y de Aristóteles con respecto a las actividades físicas se orientan exclusivamente hacia su práctica con fines educativos y ambos atacan enérgicamente el deporte de competición, el deporte profesional, y en particular el régimen de vida de los atletas, que consideran insano para el cuerpo y además inútil para las necesidades de la ciudad. En este aspecto, Platón y Aristóteles no hacen sino continuar el camino marcado por otros intelectuales griegos desde dos siglos antes, que atacaban el deporte de competición centrando sus críticas en dos aspectos que constituyen igualmente, el blanco de las censuras que los intelectuales y hombres de ciencia de nuestro siglo continúan dirigiendo contra el deporte profesional: en primer lugar, la exagerada valoración social de las cualidades físicas por encima de las intelectuales, que se traducía, como ahora, en las desmesuradas recompensas económicas que recibían los atletas y en la devoción popular de que eran objeto, sobre todo en comparación con las menores satisfacciones que aguardaban a quienes cultivaban el espíritu más que el cuerpo. En segundo lugar, el régimen de vida que los deportistas se veían obligados a seguir, cuyos excesos en la alimentación y en los esfuerzos físicos resultaban ser, en última instancia, sumamente perjudiciales para la salud y en modo alguno contribuían (sino todo lo contrario) a la formación de un cuerpo bello y armonioso.


tex Como  hemos visto  los poetas de epinicios, Píndaro y Baquílides,  la pintura y la escultura contemporánea nos ofrecen una imagen idealizada de los atletas como prototipos de belleza física (y de otras cualidades intelectuales y morales).


Apenas un cuarto de siglo después de la muerte de Píndaro, un fragmento del poeta trágico Eurípides (fr. 282 Nauck2, perteneciente a una obra perdida titulada Autólico, que se suele fechar hacia 420 a.C.) nos presenta ya el lado oscuro, pues en él aparecen descritos los atletas como seres inútiles para la comunidad, como sacos de carne que sólo piensan en comer y que, una vez que su momento de gloria ha pasado, se arrastran por la vida como juguetes rotos: “De los innumerables males que hay en Grecia, ninguno es peor que la raza de los atletas. En primer lugar, éstos ni aprenden a vivir bien ni podrían hacerlo, pues ¿cómo un hombre esclavo de sus mandíbulas y víctima de su vientre puede obtener riqueza superior a la de su padre? Y tampoco son capaces de soportar la pobreza ni remar en el mar de la fortuna, pues al no estar habituados a las buenas costumbres difícilmente cambian en las dificultades. Radiantes en su juventud, van de un lado para otro como si fueran adornos de la ciudad, pero cuando se abate sobre ellos la amarga vejez, desaparecen como mantos raídos que han perdido el pelo. Y censuro también la costumbre de los griegos, que se reúnen para contemplarlos y rendir honor a placeres inútiles…¿Pues qué buen luchador, qué hombre rápido de pies o qué lanzador de disco o quien habitualmente ponga en juego su mandíbula ha socorrido a su patria obteniendo una corona? ¿Acaso lucharán contra los enemigos llevando discos en las manos o por entre los escudos golpeándolos con los pies expulsarán a los enemigos de la patria? Nadie hace esas locuras cuando está frente al hierro. Sería preciso, entonces, coronar con guirnaldas a los hombres sabios y buenos y a quien conduce a la ciudad de la mejor manera siendo hombre prudente y justo, y a quien con sus palabras aleja las acciones perniciosas, suprimiendo luchas y revueltas. Tales cosas, en efecto, son beneficiosas para la ciudad y para todos los griegos.

Eurípides comienza criticando el aspecto físico de los atletas, cuya dieta sobrealimentada los convertía en máquinas de comer (“esclavos de sus mandíbulas y víctimas de sus vientres”) y en hombres de cuerpos deformes. Muy probablemente Eurípides está pensando en concreto en los boxeadores, luchadores y pancratiastas. En la lucha, el boxeo y en el pancracio antiguo, a diferencia de lo que sucede en el deporte actual, los atletas no eran agrupados según su peso, sino que todos competían contra todos, de manera que los entrenadores prescribían a sus pupilos copiosas dietas a base sobre todo de carne con el objeto de aumentar su masa corporal, pensando que eso suponía una ventaja a la hora de competir. Pueden imaginarse que con frecuencia el  resultado final de ese régimen no era precisamente el cuerpazo del Doríforo o del
Diadúmenos, sino una figura barriguda y deforme, que aparece en las pinturas de los
vasos desde finales del siglo VI a.C.


Sobre todo a partir del momento en que el deporte griego se hace definitivamente profesional, en la segunda mitad del siglo V a.C., en los escritos de muchos poetas, oradores, médicos y filósofos de la antigua Grecia volvemos a encontrar críticas semejantes a las vertidas por Eurípides contra el insano entrenamiento y régimen de vida de los atletas, que convertía a personas que en principio deberían ser prototipo de salud e incluso de belleza y armonía corporal, en hombres de cuerpos deformes por el sobredesarrollo y la excesiva especialización del entrenamiento e incluso en hombres de salud precaria.   


 Esta línea crítica culmina quizá, cinco siglos después de Píndaro, con los atletas que protagonizan los epigramas satíricos de los poetas Lucilio y Nicarco, en el siglo I p.C. En ellos ya no aparecen los heroicos, hermosos e idealizados atletas de Píndaro, prodigios de fuerza y velocidad, sino atletas que son más bien prodigios de fealdad y torpeza, corredores tan lentos que llegan a la meta después del último y a los que adelanta hasta el público, y boxeadores que después del combate ni siquiera ellos texmismos se reconocen al mirarse al espejo. Veamos un par de estos epigramas:

Nicarco, Antología Palatina 11.82:
“Junto con otros cinco, en Arcadia participó Carmo en la carrera de fondo.
¡Milagro, pero es verdad: llegó…el séptimo!.
‘Si eran seis -preguntarás quizá-, ¿cómo es que llegó el séptimo?’.
Es que un amigo suyo se acercó a él [mientras corría] diciéndole: ‘¡Ánimo, Carmo!’.
Y [el amigo] llegó antes que Carmo a la meta. Y si llega a tener Carmo cinco amigos más, habría llegado el duodécimo”.

Lucilio, Antología Palatina 11.77:
“Después de 20 años Ulises regresó a su patria sano y salvo, y reconoció su figura su perro Argos al verlo.
8
En cambio a ti, Estratofonte, después de cuatro horas boxeando, no es que no te reconozcan los perros, es que no te reconoce nadie en tu ciudad.


Y si quieres mirar tu propio rostro en el espejo, tú mismo dirás bajo juramento: ‘No soy Estratofonte’”.

Desde que, a partir del siglo IV a.C., el arte griego se hace más realista, también las artes figuradas nos muestran a estos atletas torpes y feos, cuyos rostros y cuerpos han sido trágicamente deformados por los golpes de los combates y los nocivos entrenamientos. Los caricaturescos boxeadores representados en terracotas de las épocas helenística y romana están tan lejos del jinete Rampin y de los atletas de Mirón, Policleto o Lisipo, como lo están los atletas pindáricos de los patéticos deportistas de los epigramas de Nicarco y Lucilio, que son los que predominan en el último período de la literatura griega antigua, con alguna excepción como el elogio que el gran orador Dión Crisóstomo hace en su discurso 29 del joven boxeador Melancomas, muerto repentinamente cuando se preparaba para intervenir en unos juegos napolitanos en el año 74 d.C. En el Melancomas elogiado por Dión reencontramos por un momento al atleta de Píndaro, modelo de valor, prudencia, inteligencia, y también de belleza física:
es bello entre los bellos, ya que los atletas son los hombres más hermosos, pues son
los más grandes y mejor formados, y los que otorgan a sus cuerpos el mayor cuidado”.

 

 

 

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